Mónaco espera una nueva era dorada con la boda y que ésta acalle los rumores sobre la vida privada del príncipe soberano
Barcelona. (Redacción).- La tragedia y el escándalo han huido por la puerta trasera en Mónaco para dejar paso a un cuento de hadas: la esperada boda de Alberto II con su prometida sudafricana Charlene Wittstock . Los monegascos tienen muchas esperanzas en que esta boda reavive el brillo que un día tuvo la Costa Azul y que asegure la continuidad de la vieja extirpe de los Grimaldi que tantos años se ha visto en la cuerda floja.
Han pasado 52 años hasta que Alberto ha decidido pasar por la vicaría y dejar de ser uno de los solteros de oro de las monarquías europeas. Algunos han achacado tan prolongada soltería a su carácter mujeriego, otros, han visto en la tardanza la excusa a una homosexualidad encubierta que le habría llevado a concatenar relaciones esporádicas que le hiciesen de tapadera.
En todo este tiempo han sido muchas las mujeres –sobre todo modelos, actrices y deportistas -con las que se le ha relacionado desde que en la década de los ochenta saltase a la luz uno de sus primeros y fugaces romances: la actriz de El lago azul Brooke Shields .
La lista de conquistas es larga e incluye a varias maniquies, entre ellas dos grandes iconos de la moda como Naomi Campbell –que ha confirmado su asistencia al enlace) y Claudia Schiffer . Fue, sin embargo, la espectacular africana Tasha de Vasconcelos quien hizo soñar a los monegascos por un momento pensando que el primogénito había encontrado a una digna sucesora de la belleza de su madre, Grace Kelly. La boda nunca llegó.
Sharon Stone, a la que en realidad le une una gran amistad, fue otra de las conquistas que la prensa adjudicó al príncipe, así como otra actriz: Mónica Belluci. Incluso, Ana Obregón figura en esta lista de romances nunca confirmados.
En medio de estas relaciones, Alberto no reparó en reconocer y conceder sus apellidos a dos hijos, fruto de relaciones más o menos esporádicas. Jazmin Grace, hija de una camarera llamada Tamara Rotolo y Alexander, hijo de una azafata togolesa de nombre Nicole Coste , fueron compensados económicamente, aunque no tienen ningún derecho sucesorio ya que las leyes del principado prohíben el acceso al trono a los hijos que han nacido fuera del matrimonio.
Su relación con Wittstock es la segunda que mantiene con una deportista. El antecedente fue la atleta norteamericana Alicia Warlick con quien también sonaron campanas de boda que él mismo se encargó de acallar.
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